Me acuerdo claramente del día en que tuve mi primera entrevista para trabajar sobre la comunicación de la salud pública. Nunca había existido dentro del Sistema Provincial un área que se dedicara en concreto al tema. Sólo habían contado con dos personas para atender los asuntos de prensa, y una de estas acababa de abandonar el Ministerio. Frente a este panorama, le hice entender a mi interlocutor que sentía un gran compromiso personal y profesional con la idea de instalar en la clase directiva el concepto de jerarquizar la medicina preventiva basada en la comunicación. Que esto era preferible al hecho de tener que apagar tantos incendios –grandes o pequeños- con la medicina paliativa. Y para mí, poder lograr eso, significaba recuperar un gran capital, perdido alguna vez entre tantas carreras por resolver lo urgente o ignorado por la concepción de un Estado reactivo.
Hoy, como una actora más en el diseño y gestión de estrategias de comunicación pública, información y educación para la salud en la provincia del Neuquén, sostengo que la preocupación del gobierno debiera ser la de instruir a las personas para que puedan ejercer la autonomía y la autoformación. Y desde el pequeño rol que me toca ejercer como decisora dentro del Estado, trato de que mis acciones encuentren en estos conceptos una fuerte idea rectora.
Cada estrategia de comunicación que iniciamos –somos muchos lo que intervenimos en el proceso-, más allá del objetivo específico y del enfoque de target que ésta implique, tiene a los ciudadanos como receptores.
Ellos integran una construcción dinámica: el Estado Provincial. Una entidad en constante cambio, en evolución permanente.
Durante los años que dedicamos a comunicar en favor de la salud, nos ocupamos muchas veces de ‘hablarle’ a la gente joven, generalmente desde los trece años en adelante. Y lo hicimos sobre problemas frente a los que ésta es vulnerable. Le hablamos sobre salud sexual y reproductiva, embarazo adolescente, SIDA, adicciones, y desórdenes alimentarios, por ejemplo.
Como cualquier buen comunicador y porque así lo indica el sentido común, para educarlos en prevención siempre buscamos conocer sus códigos, sus gustos, sus costumbres y sus miedos, para poder vincularnos en el mismo idioma, a través de medios con los que los jóvenes tienen pertenencia.
Lo cierto es que nuestra juventud está en constante renovación, no sólo porque va creciendo en años, sino también porque muta su cultura cada vez más rápido. En este contexto, los comunicadores necesitamos recrear –volver a crear-, ese proceso de reconocimiento del receptor, siguiendo el ritmo que ellos imponen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario